A veces las palabras no son suficientes. A veces las
emociones son tan intensas que hablar resulta lento e inexacto, y escribir,
tedioso. Y eso que a mí me encanta escribir. Pero a veces, algunas veces
durante el año, se me hace más difícil. Justo cuando más necesito expresarme,
no logro hacerlo, y eso es un signo de alerta para mí.
Por eso creo que es necesario para mí escribir. Así sea
medio forzándome, porque de lo contrario, me quedo con todas estas ideas
atascadas en mi cabeza, y no las digiero. Y no las proceso. No quiero quedarme
con las cosas atascadas de nuevo.
Tengo muchas ideas en mi mente. Proyectos en los que quiero
enfocar mi tiempo, ideas de cosas para producir, cosas que quiero lograr, situaciones
que quiero llegar a vivir. Pero en las últimas semanas, no mentiré, se me hace
muy difícil imaginarme un futuro diferente al presente que estoy teniendo. Eso
se llama desesperanza, y es un mal signo, porque significa que no estoy viendo
luz al final del túnel. Y eso es un indicio de depresión.
Y me asusta. Me asusta porque conozco los puntos a los que
puedo llegar. Porque cuando uno no tiene esperanza en que las cosas pueden
mejorar, la tristeza y el miedo son indescriptibles y, con tal de no sentirlos,
he sido capaz de hacer mucho daño. A mí misma y a los que me rodean, de pasada.
Por eso quiero hablar, por eso quiero escribir. Pero tampoco
quiero asustar. No quiero levantar alarmas en la gente que me rodea y volver a
perder mi autonomía. Ser paciente psiquiátrica es realmente agotador, no sólo por
el proceso interno lleno de emociones intensas, sino también por las medidas
restrictivas que se toman en el entorno para controlar, de alguna forma, las
acciones que estas emociones pueden desatar.
Yo sé que no me quiero morir. Vamos, tengo sueños, quiero
llegar a lograr cosas. Pero también sé que no quiero estar viva en este
momento. No quiero tener que seguir pasando por la incertidumbre de no tener
dinero para pagar las cosas básicas necesarias para cualquier ser humano, ni por
la soledad y ostracismo de la falta de actividad social, pero pensar en alterar
mi rutina de básicamente existir encerrada en mi cuarto me genera ansiedad. Sé
hacerle frente y hacer las cosas a pesar de ese miedo, no es lo que más me
asusta. Pero ahí está, esperándome en cada notificación del celular.
Me siento horrible conmigo misma. Estoy molesta por cosas
que he hecho, me siento culpable y avergonzada, y tengo ganas de castigarme. No
me gusto físicamente, me siento incómoda porque la ropa no me queda bien y me
cuelga la carne por todos lados, y desesperada porque no logro bajar de peso
porque simple y llanamente no tengo el mismo nivel de actividad física de antes
y no me da la energía mental para hacer ejercicios por mi cuenta. Me siento
sola, no sólo en el ámbito pareja, sino también en el amical. Tengo miedo de
que EHDLC no prospere y la gente siga eligiendo otras alternativas antes que a
mí, y, por qué no decirlo, envidia de quienes tienen más trabajo que yo (o que
al menos eso demuestran en sus redes sociales). Busco maneras de reinventarme
pero sin dinero ni ayuda de otros es muy difícil.
¡Quisiera hacer tantas cosas! Pero siempre encuentro una
excusa o justificación para no hacerlas.
Quiero escribir un libro, pero me da flojera escribir y
tengo la creencia de que nadie lo va a comprar.
Quiero crear un centro cultural y sacar más personajes para
EHDLC, pero no tengo la plata.
Quiero capacitarme en Community management para poder manejar mejor redes sociales
y tener un nuevo ingreso manejando negocios de terceros, pero no me hago
tiempo.
Quiero bajar de peso, pero no me da la gana de hacer
ejercicios.
Quiero hacer videos de youtube hablando de estos temas, pero
me siento insegura de mi capacidad de hablar frente a cámaras, de mi imagen, y
me genera fastidio pensar en mirarme a mí misma hablando durante horas.
Quiero volver a enamorarme, pero dudo de mi capacidad para
interactuar con otras personas de manera saludable y de que alguien se vuelva a
fijar en mí con lo fea que estoy y poco habituada a la interacción humana que
tengo.
Y así se me pasa la vida, deseando cosas que no puedo tener.
No es de extrañarse que me sienta desesperanzada.