viernes, 11 de diciembre de 2020

Desesperanza

 

A veces las palabras no son suficientes. A veces las emociones son tan intensas que hablar resulta lento e inexacto, y escribir, tedioso. Y eso que a mí me encanta escribir. Pero a veces, algunas veces durante el año, se me hace más difícil. Justo cuando más necesito expresarme, no logro hacerlo, y eso es un signo de alerta para mí.

Por eso creo que es necesario para mí escribir. Así sea medio forzándome, porque de lo contrario, me quedo con todas estas ideas atascadas en mi cabeza, y no las digiero. Y no las proceso. No quiero quedarme con las cosas atascadas de nuevo.

Tengo muchas ideas en mi mente. Proyectos en los que quiero enfocar mi tiempo, ideas de cosas para producir, cosas que quiero lograr, situaciones que quiero llegar a vivir. Pero en las últimas semanas, no mentiré, se me hace muy difícil imaginarme un futuro diferente al presente que estoy teniendo. Eso se llama desesperanza, y es un mal signo, porque significa que no estoy viendo luz al final del túnel. Y eso es un indicio de depresión.

Y me asusta. Me asusta porque conozco los puntos a los que puedo llegar. Porque cuando uno no tiene esperanza en que las cosas pueden mejorar, la tristeza y el miedo son indescriptibles y, con tal de no sentirlos, he sido capaz de hacer mucho daño. A mí misma y a los que me rodean, de pasada.

Por eso quiero hablar, por eso quiero escribir. Pero tampoco quiero asustar. No quiero levantar alarmas en la gente que me rodea y volver a perder mi autonomía. Ser paciente psiquiátrica es realmente agotador, no sólo por el proceso interno lleno de emociones intensas, sino también por las medidas restrictivas que se toman en el entorno para controlar, de alguna forma, las acciones que estas emociones pueden desatar.

Yo sé que no me quiero morir. Vamos, tengo sueños, quiero llegar a lograr cosas. Pero también sé que no quiero estar viva en este momento. No quiero tener que seguir pasando por la incertidumbre de no tener dinero para pagar las cosas básicas necesarias para cualquier ser humano, ni por la soledad y ostracismo de la falta de actividad social, pero pensar en alterar mi rutina de básicamente existir encerrada en mi cuarto me genera ansiedad. Sé hacerle frente y hacer las cosas a pesar de ese miedo, no es lo que más me asusta. Pero ahí está, esperándome en cada notificación del celular.

Me siento horrible conmigo misma. Estoy molesta por cosas que he hecho, me siento culpable y avergonzada, y tengo ganas de castigarme. No me gusto físicamente, me siento incómoda porque la ropa no me queda bien y me cuelga la carne por todos lados, y desesperada porque no logro bajar de peso porque simple y llanamente no tengo el mismo nivel de actividad física de antes y no me da la energía mental para hacer ejercicios por mi cuenta. Me siento sola, no sólo en el ámbito pareja, sino también en el amical. Tengo miedo de que EHDLC no prospere y la gente siga eligiendo otras alternativas antes que a mí, y, por qué no decirlo, envidia de quienes tienen más trabajo que yo (o que al menos eso demuestran en sus redes sociales). Busco maneras de reinventarme pero sin dinero ni ayuda de otros es muy difícil.

¡Quisiera hacer tantas cosas! Pero siempre encuentro una excusa o justificación para no hacerlas.

Quiero escribir un libro, pero me da flojera escribir y tengo la creencia de que nadie lo va a comprar.

Quiero crear un centro cultural y sacar más personajes para EHDLC, pero no tengo la plata.

Quiero capacitarme en Community management para poder manejar mejor redes sociales y tener un nuevo ingreso manejando negocios de terceros, pero no me hago tiempo.

Quiero bajar de peso, pero no me da la gana de hacer ejercicios.

Quiero hacer videos de youtube hablando de estos temas, pero me siento insegura de mi capacidad de hablar frente a cámaras, de mi imagen, y me genera fastidio pensar en mirarme a mí misma hablando durante horas.

Quiero volver a enamorarme, pero dudo de mi capacidad para interactuar con otras personas de manera saludable y de que alguien se vuelva a fijar en mí con lo fea que estoy y poco habituada a la interacción humana que tengo.

Y así se me pasa la vida, deseando cosas que no puedo tener.

No es de extrañarse que me sienta desesperanzada.