Hoy he hecho una de las cosas más difíciles que me ha tocado hacer en mi vida.
Mi ex, El Mago, volvió a mandarme un mail. Pero esta vez se pasó. Se pasó tanto de la raya, me escribió tan fuera de la realidad, tan "como si nunca hubiéramos terminado", e insistió tanto en que le de una señal para corroborar sus fantasías, que tuve que pararlo en seco.
Le mandé un audio de casi 6 minutos en el que le dije que no quiero saber nada de él.
Podrá parecer muy normal, y de hecho muchos de ustedes deben haber hecho algo similar...
... Pero para mí significó un quiebre.
Casi casi como volver a terminarle.
¿Lo peor?
No estoy 100% segura de haber hecho lo correcto, porque si bien me molestaba su hostigamiento y su trato, una partecita de mí lo extraña y cree que la esperanza es lo único que no debe morir. Jamás.
En el tiempo en que estuve internada nos escribimos cartas tan intensas emocionalmente que quizás se quedó con eso. Mi corte fue rápido, y más circunstancial que otra cosa, pero con el tiempo me he ido dando cuenta de que era lo mejor, porque estaba en una situación muy difícil en la que tuve que escoger entre él y mi familia. Una parte de mí aún se pregunta qué hubiera sido de mí si lo hubiera escogido a él. No sé si es adoctrinamiento por parte de mi mamá y los comentarios de mi familia, pero le tengo miedo. Tengo miedo de encontrármelo. Tengo miedo de que me haga daño. Y yo sé que no es capaz, porque está OBSESIONADO con el amor y la bondad. Así, OBSESIONADO con mayúsculas. Está al nivel de un participante de alguna secta, si no lo deja todo para dedicarse a la espiritualidad es porque tiene un hijo que mantener.
Y eso no lo piensa una persona mala, pero sí una persona que no está del todo en la realidad.
Perdonar y ser amor, dejar que la vida fluya por tu cuerpo, buscar hacer el bien a los demás y emanar paz por todos los poros es admirable. De santo. Idóneo. Pero inviable. Porque no funciona. Yo quise ser así de pequeña y era porque estaba escapando de mi realidad. Era mi único tronco para seguir a flote en un río que iba a toda velocidad. Y quizás es lo que le pasa a él: está tan desorientado que su única opción para sentir que vale como ser humano es la espiritualidad.
Y él vale. Vale mucho. Es un gran hombre. Pero está enfermo. Y enfermo con enfermo sólo se pueden hacer daño.
Yo lo quiero mucho. Jamás voy a dejar de quererlo, jamás voy a dejar de extrañarlo, pero así como con otras personas de mi pasado, aprendí a vivir sin él y estoy tranquila en la medida de que no tenga noticias. De que no haya nada que perturbe la paz del estanque de mis emociones. No sé si eso está bien, pero me funciona para "seguir adelante". Lo quiero muchísimo, y le deseo de todo corazón que le vaya bien en todo, que encuentre el amor verdadero, que pise tierra y sea práctico y concreto, que deje de pensar que la solución está en ser la oveja albina del mundo.
Porque a veces ser normal e ir con la corriente también es saludable.
Estoy muy triste, y algo asustada, y siento culpa, mucha culpa, porque temo que se ponga muy mal. Me cuesta mucho no preocuparme por él. No sólo fue mi pareja durante casi 3 años: fue mi cómplice, mi compañero de vida (yo lo había escogido y aceptado con todas sus dimensiones), mi amigo, mi amante, mi padre incluso. Fue una persona importantísima en mi vida, jamás voy a poder olvidarlo y el lugar que deja es muy difícil de llenar.
No veo mucho futuro en mi vida de esta forma, sin él ni como contacto. Pero tampoco lo veo con él.
Hoy siento que Chimuelo ha vuelto a morir.
Día 6 de 1000. Sólo quiero dormir hasta que cuando despierte, me haya olvidado de esta pesadilla.
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