domingo, 27 de enero de 2019

Día 22 de 1000

Son las 3 de la mañana. De nuevo, no sé cuándo podré dormirme antes de la medianoche.

El post de ayer lo escribí con un ojo abierto, me estaba durmiendo. Disculpen la manera.

Ha sido un fin de semana bonito de no ser por la bendita costilla que me ha tenido medio limitada. El dolor no es demasiado intenso pero sí me fastidia constantemente, así que debo andar con cuidado.

Ayer sábado tuve terapia con mi psicólogo y fue interesante. Básicamente habló sobre teorías que tiene sobre mí, de la importancia que le doy a lo que los demás piensan de mí, de lo dura que soy conmigo misma, de mi facilidad para tener las de perder en cuanto a autoestima, de mis patrones aprendidos, de mi dependencia emocional con mis parejas y de mi flojera. Es curioso: empiezo a pensar que me cuesta practicar/ensayar/prepararme porque estoy acostumbrada a que las cosas me salgan bien casi sin esfuerzo. Por lo tanto no me gusta esforzarme. Por lo tanto no me va tan bien en la capacitación.

No hablamos de comida.

En la noche vinieron dos de mis tres amigos a cuidarme. Bueno, una a cuidarme y el otro a ser cuidado porque estaba con resaca. La pasamos bonito, exceptuando la parte en que empezamos a leer los mails de El Mago y no paraban de reír. A mí me daba pena él, porque exponía sus sentimientos con franqueza y no sólo recibió burlas de los que se enteraron, sino un rechazo fehaciente de mi parte. Juro que pienso en él y siento culpa, como si lo hubiera matado.

Ayer tuve show, y hoy también. Todo estuvo bien, salvo que hoy comí varios sanguchitos y un poco de torta, y aunque el nivel de culpa no es tan alto, sí me he preocupado porque con esto de la costilla no puedo hacer ejercicios, como quería. Bueno, igual ando tan cansada y ocupada luego de las clases que en realidad sólo me provoca tirarme en mi cama a dormir hasta el día siguiente.

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Olvidé comentar el viernes que, en mi visita a la clínica, ví de lejos al hombre con el que me voy a casar. HE DICHO.

¿Cómo lo sé? porque pedí una señal. Sé que es doctor, más alto que yo, castaño y me imagino que buena onda. De lo contrario no me casaría con él.

Sigo hablando con mi amigo virtual. Es bonito sentirse acompañada.

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