Hoy puede ser un buen día.
No porque yo lo estoy decretando, no estoy segura de que
siempre funcione así. A veces me levanto con una sonrisa imposible en el alma,
pero me caen baldazos de agua congelada y no puedo evitar entristecerme.
No, no decreto que será un buen día. Pero quiero pensar que
es un día oportuno para empezar, oficialmente, con este pequeño proyecto.
Es un blog, o una catarsis, o simplemente un registro de que
pasé por aquí, que viví, que sentí y que experimenté mil cosas que todos pasamos,
vivimos y sentimos, porque todos somos humanos. Y todos tenemos épocas buenas y
otras, no tanto.
Me encantaría ahondar en mis diagnósticos y mi historia,
pero no quiero que me definan por mi historia. Me encantaría contar mis asuntos
del corazón, pero no quiero quemar gente. Me encantaría desahogarme del día a
día, pero no quiero hablar mal de gente que tiene razones personales para
comportarse como lo hace -humanamente, nada más. Así que a veces me siento
corta de escribir. Porque, si no es desde mi perspectiva, ¿entonces desde dónde
escribo?
Todo lo que pongo aquí viene de mi corazón. Eso que escondo
tras capas de personajes que me han ayudado a mantenerlo latiendo. Soy muy
racional, pero es porque soy más emocional aún, y pensar ha sido mi escudo para
no mostrarme vulnerable como soy en un mundo donde todos están a la defensiva.
Porque todos, todos, tenemos miedo de ser lastimados.
Y yo también, me muero de miedo.
Pero quiero creer que lo que escribo llegará a quien
realmente necesite llegar. Eso sí lo quiero decretar.
Así que hoy, 23 de noviembre, día de mi primer internamiento
en una clínica psiquiátrica, día en el que empecé mi primer viaje interior
(ahorita estoy en el enésimo. Ilusa yo, que creí que me internaba un par de
meses y listo, puf, salía curada); hoy, 11 años después de iniciado ese viaje,
lo comparto con quien quiera recibirlo.
Si no quieres hacerlo, está bien. No te juzgo, no es para ti.
Si te interesa, te agradezco. No hay nada que me haga sentir
mejor que ser escuchada, validada. Querida.
Después de todo, siempre he querido ser aceptada por todos,
y en parte por eso me enfermé (tengo mil razones más pero ese es otro tema).
Pero hoy me conformo y acepto ser leída por quien tenga tiempo y ganas de
atravesar la aventura de un viaje sin destino, un viaje en el que se aprende de
cada tormenta a ser mejor marinero, para simplemente disfrutar de la travesía
hasta que ésta se acabe.
16 de junio, día de mi llegada al mundo. 23 de noviembre,
día del inicio de mi segunda oportunidad. Y hoy, 23 de noviembre otra vez, es
un buen día para ser mi tercer nacimiento, así tal cual soy, transparente, sin
más tabúes. Porque callar enferma, y yo no quiero enfermar más. Me toca vivir.
Si lees esto,
¡por favor, hazme preguntas porque a veces no sé de qué escribir!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario