domingo, 20 de enero de 2019

Luna roja

Ya sabía que iba a ser diferente escribir a las 7pm que escribir ahora, aunque pasadas las 12, que es lo último que me queda por hacer en el día.

La perspectiva y las experiencias son otras. Son más. Son diferentes.

Me llega decir que 'no' a mi familia y que ese 'no' no sea escuchado.

Les cuento algo sobre mí que no saben: una de las cosas a las que les tengo miedo es a la luna. Creo que de niña vi un eclipse o algún fenómeno en el que la luna estaba rojo-naranja y con franjas que la cruzaban, y simplemente quedé traumada. Hasta hoy lo recuerdo como una de las cosas más tenebrosas que he visto en mi vida (acabo de descubrir que no soy la única persona en el mundo que le tiene miedo a la luna: de hecho, la cosa tiene nombre: selenofobia). Me espanta la luna llena en el cielo, más si está demasiado grande. A veces, si está bien nublada, o super nítida, sí la puedo ver, pero medio distorsionada no. Sé que la luna tiene que ver con la femeneidad así que quizás ahí haya algo que lo explique. Y no, los estadíos de la luna nunca han afectado mi estado de ánimo, felizmente.

Pues bien: hoy hubo eclipse total de luna con luna roja.

Tenía que sacar a pasear a mi perro. Estaba tratando de avanzar mi tarea para mañana (sin mucho éxito) y luego haciéndole un favor a mi mamá, cuando mi hermana empezó a regañar desde la puerta del edificio porque había estado esperando 20 minutos a que yo baje para acompañarme a pasear al can. "Qué raro que esté tan motivada por pasearlo de una vez", pensé. "Quizás tiene algo que hacer más tarde o quiere jugar Pokémon go". Obviamente, como es típico en ella, me regañó (mi mamá me retuvo, "que espere un rato, quiero que me ayudes en esto"). Pero se pasó porque nos encontramos con gente del parque con la que hablo (ergo, mi hermana ahora también) y tenía que seguir al perro.

Y entonces caí en la cuenta: estaban ahí no sólo por los animales, sino por el eclipse.

Me quería ir. Me dan miedo los eclipses, me generan ansiedad, estrés e inquietud. Es una sensación rara de rechazo. Normalmente los evito fácilmente: basta con esconderme bajo techo o mirar hacia otro lado, y es de las ocasiones en las que agradezco que el cielo de Lima sea gris (por eso y porque me protege de quemarme por el sol. Normalmente lo prefiero despejado porque me encanta ver el cielo celeste y la forma de las nubes de día, y las estrellas de noche. No me meto ni con el sol ni con la luna). Pero hoy, por ser verano, las nubes no eran del tipo estrato, prácticamente inmóviles, sino menos densas, casi como niebla, que volaban rápidamente.

Y que permitían ver el espectáculo.

Salimos pocos minutos de las 10 y ya a las 10:30 quería irme porque tenía que terminar mi tarea, dormir y obviamente evitar el eclipse.

Pero no podía porque mi hermana no planeaba moverse del lugar y mi mamá no estaba en casa, ergo, "yo no podía irme sola".

Me la pasé riendo para no llorar. "Ya es hora de que enfrentes tus miedos", me dijo mi hermana (Claro, como no es ella la que tiene que exponerse...). Mi perro estaba como loco tratando de montarse a otro así que me enfoqué más en eso, y de hecho me reí con la dueña del otro perro varias veces, pero el morbo podía más por ratos y levantaba la vista a mirar cómo la luna se tapaba. Era tolerable hasta cierto punto porque parecía un simple cuarto menguante. Pero cuando se tapó toda, la ansiedad se convirtió en miedo real (y una cuota de fascinación, no puedo negarlo. Me encanta la astronomía. Estaba como mi perro, sufriendo pero con algo de gusto). Le pedí irnos como tres veces a mi hermana, hasta que, gracias al cielo, cerca de la medianoche, una nube más densa se plantó en frente del foco de atención y no se movió. Hora de irse.

Quise quejarme con mi mamá, con quien justo nos encontramos, pero mi hermana saltó en defensa de sus derechos, para variar, "yo te he estado esperando 20 minutos abajo y te tengo que estar acompañando y no es justo que tú no puedas aguantar acompañarme en algo que yo quiero hacer". Quise replicar. No me vino nada a la mente. Sentí mucha rabia e impotencia, porque una cosa es acompañar y otra muy diferente es forzar a alguien a hacer algo que encima le genera MIEDO. "No te pongas así, no tienes por qué asustarte, no es para tanto, hijita", me dijo mi mamá.

No, obvio, no tiene sentido que me queje porque me quedé haciendo algo que me desagrada durante casi dos horas y sin opción ni a opinar ni a retirarme. No puedo quejarme por la pseudo tortura psicológica que significa tener que enfrentar mi miedo. Y no puedo sentirme mal, ni llorar, ni asustarme, porque es una tontería. Porque no es importante.

Esto de que "no debería ponerme así, no es para tanto, no importan tus emociones" ha pasado tantas veces que la verdad, debería estar curtida. Pero no, sigue dándome rabia.

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Fue un día tranquilo, con la excepción de que no pude dormir cuanto quise por mi tarea (que estaba divertida pero también me daba flojera hacer) y bueno, porque comí un chocolate. Que por cierto, me cayó pesado y terminó inflándome como un globo la barriga (estaba adolorida por eso y también tenía ganas de ir al baño durante el eclipse, pero piña, pues, no eres un perro para hacerte el uno en el pasto).

Viéndolo desde afuera, qué fea persona soy, cómo me victimizo.

Pero no me jodan, pues, es el único espacio donde puedo quejarme sin que nadie me invalide.

Debería aprender a no concentrarme en estas cosas o darles menos importancia.

Como si fuera a suceder por arte de magia.

Me llega que mi hermana sea tan confrontativa. "Expónte a tu miedo, me importa un bledo si no sabías ni te habías preparado".

Igualito con la comida, "me importa un pepino si no quieres comer porque te da miedo engordar, eso está mal y son tonterías, tú lo sabes, así que te tragas esto porque lo tienes que hacer".

¡Ah, pero si alguien se mete con su sobrepeso y la comida que se embute, explota la tercera guerra mundial porque empieza a gritonear!

Lo siento, estoy molesta con mi mamá y mi hermana.
Mañana será diferente, supongo.



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