domingo, 10 de febrero de 2019

Piscina a tope



Quisiera estar siempre positiva y con fuerza para luchar por mis metas, las pocas que tengo. Pero a veces se me van las fuerzas.

Me siento sola. Estoy sola en casa, adolorida, con un plato de ensalada al costado que soy incapaz de comer porque recuerdo todas esas imágenes de gente esquelética o con un tubo nasogástrico ¡y me da tanta rabia no estar ahí, en su lugar! Mi mente pervertida me pide que bote el almuerzo, que lo esconda, que lo elimine... pero no puedo. Cuesta tanto que haya comida en casa, mi mamá se preocupa tanto por mí, mi hermana llora porque no me ve tan bien como quisiera... Y me esfuerzo. De verdad me esfuerzo por ser una niña buena. Pero a veces quisiera rebelarme y no ser tan obediente. Estar más sola y poder hacer lo que se me antoja con mi cuerpo.

Me limita la costilla. Si pudiera iría a correr, yo que nunca hago deportes porque me da flojera. Le temo a hacer deportes porque sé que es un desencadenante para medir mi cuerpo y querer bajar de peso, me conozco. Pero me siento tan... fallada.

Quizás es por la terapia de ayer. Quizás es porque de alguna forma mi yo de 13 años está aún en la superficie. Sé que no, he pasado tantas cosas en 17 años que sé que soy una persona diferente. Pero algo queda ahí, hay algo que no ha cambiado. Mi psicólogo me preguntó qué era, pero no supe qué responder. Todo cambia, incluso yo. Lo único que sigue ahí es mi depresión y mi anorexia o el TCA que sea que tengo. Que creo que tengo. Porque ni eso, no califico en nada.

A veces quisiera ser un diagnóstico, al menos eso me daría identidad. Pero por otro lado, no quiero que eso me limite.

A veces quisiera gritarle al mundo entero que no me siento bien, que paso por estas cosas, pero me da vergüenza que me critiquen. ¿Por qué alguien con cáncer puede contar su travesía hacia la recuperación, pero alguien como yo no puede? ¿Por qué tenemos que sufrir callados?

"Oye, ¿sabes qué? Me siento sola. Siento que nadie entiende lo que me está pasando. Bueno, casi nadie, estoy polarizando. Mi doctor lo entiende, Max lo entiende, la Marciana lo entiende. Pero no puedo hablar con ellos sobre esto. No puedo hablar. No puedo. No".

Ayer en terapia recordé cómo era. Sentía cierto equilibrio estando triste, callando al gusano de la angustia que vivía en mi pecho desde muy niña (al parecer nací así), y sentía que hablar era como vomitar: desparramar un contenido valioso que me ayudaba a mantener la piscina de mis emociones serena. Muchos años después encontré en escribir la forma de abrir mi mente a nuevas posibilidades y expresarme sin tener que volcar el torrente de mi corazón en un suelo que no necesariamente iba a germinar. Como si sacara el agua a cucharadas, lenta y pacíficamente. La piscina generaba ondas pero no rebalsaba, y daba espacio para que llegue más agua.

Hoy se me rebalsa y necesito escribir antes de tiempo.

Necesito callar para mantener la piscina quieta, inmóvil, segura. Pero no contaba con que la angustia me iba a hacer burbujas. Quiero volcar este dolor. Vomitar es la manera más gráfica para mí. Pero no quiero hacerlo, porque le tengo miedo al desastre. Al descontrol. Sin embargo, dentro de mí las cosas están removidas.

Quisiera volver a mi IMC de 13, o menos. No tener fuerzas ni sueños. Pero sentirme segura en ese pozo. Al menos saber que en algo soy buena: en hacerme daño, en controlar mi cuerpo y mi alimentación. En alejar a la gente de mí.

Callar. Aislarme. Deshumanizarme. Perder vínculos.

Ya lo estoy haciendo.

Porque estoy sola, casi no tengo amigos, ni planes para salir, la costilla no me ayuda, mi familia se estresa y se cansa de mí (¿quién no lo haría?), no quiero que mis pocos amigos me vean como soy porque temo su rechazo...

Le he mentido a mi hermana. Le dije que mi blog estaba cerrado al público, pero en realidad cualquiera puede leerlo. No me extrañaría, con lo lista que es, que sí lo esté chequeando y no me lo diga para mantener la ilusión de que tengo privacidad y pueda seguir expresándome sin filtros por aquí. Documentar honestamente este viaje. Me siento mal por esa mentira. Si se entera o si me enfrenta, se va a molestar, y le tengo miedo.

Estoy asustada de nuevo. El mundo es muy grande para mí. Es como ese juego en el que te metes en una especie de cilindro que gira y tú tienes que correr a su ritmo porque sino te caes y te haces daño. Ya, yo soy muy lenta, siempre me caigo y me hiero. Por eso le tenía miedo a ese juego y nunca me metía, porque las veces que lo hacía terminaba lastimada.

Para mí el mundo suele ser así. La temporada en que he podido seguirle el ritmo ha sido cuando menos he pensado en mis dificultades. Menos tiempo me he concentrado en mi paso, y más acompañada he estado. Sola y sin fuerzas para hablar se me hace más difícil.

No me entiendo. Porque la solución es simple, dolorosa pero simple. Y no quiero ir por ese camino porque no quiero sentir dolor.

Quizás todo esto está pasando por el café que me he tomado. 

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