lunes, 6 de abril de 2020

Más preguntas que respuestas

Hoy estuve viendo muchos vídeos sobre depresión e intentos de suicidio. Y casi todos, si no todos, tenían en alguna parte este mensaje: "yo no busco llamar la atención. Estoy aquí porque es necesario hablar de este tema, estoy aquí para que de una vez lo hagamos, porque este mensaje se tiene que dar, y este tema se tiene que tocar".
Sí, es cierto. Pero, ¿Por qué? Es decir, ¿Quién es adecuado para dar el mensaje? ¿Quién debe hablar sobre depresión?
Todos tenemos una historia. Todos sentimos dolor, perdemos, fracasamos, nos desesperamos y sentimos miedo en incertidumbre. Porque todos somos humanos. ¿Por qué sentir la especiales por tener depresión? ¿Por qué sentir que somos la persona indicada para hablar del tema?
¿Quién soy yo para hacerlo? Soy una hormiga en un mar de clones, todos con relativamente las mismas experiencias que yo. Algunos con más privilegios, pero la mayoría igual de cagados, y sí, muchos otros en peores circunstancias que yo. ¿Eso me hace merecedora de levantar la mano y resaltar?
¿Por qué tengo que ser yo la que empiece la conversación? ¿Qué tiene mi historia de interesante? En realidad, nada. Es una más. Nada de lo cual sentirse orgullosa, y probablemente, nada con lo cual alguien se sienta identificado especialmente. No soy nadie para tocar el tema.
¿O es que creo que debe ser alguien espectacular quien aborde tan importante materia?
Quizás. Quizás es eso, quizás creo que sólo los valientes y resilientes son los que merecen las palmas por levantar la voz. Y yo no. Yo soy un número más en las estadísticas. Sólo soy un caso sin nada en especial. Yo no tengo por qué exaltar mi experiencia y convertirla en extraordinaria, porque no lo es.
Realmente creo que este es un mensaje que necesita ser divulgado. Pero no por mí. No me considero nadie relevante para ser escuchada.
Y sin embargo, aquí estoy, escribiendo. Porque en el fondo, la parte de mí que quiere ser importante se quiere hacer escuchar. Quiere ser tomada en cuenta. Ya que no lo es en ningún otro aspecto de su vida.
¿Realmente mi voz podría aportar a que las cosas mejoren? ¿Es realmente eso posible, es decir, las cosas pueden ser mejores?
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Toca reinventarse. Es cuarentena, y al parecer el coronavirus va a seguir expandiéndose y minando a la sociedad. La economía va a estar en los suelos, este será un año de pérdida y recesión. Muchos van a pasarla mal. Muchos van a estar peor. ¿Qué tengo yo de importante? Y por otro lado, si las cosas no van a mejorar al menos en el futuro próximo, ¿A qué puedo dedicarle mi tiempo, si tengo que cambiar nuevamente de planes? Otra vez tengo que ir por el plan alternativo. Sólo que está vez ni siquiera es uno que estaba contemplado en mi lista. No es el camino B, o C, o Z. ¿Que puedo hacer para que mi situación mejore, ahora que no puedo controlar lo que sucede?
¿Puedo realmente controlar cómo me siento, pienso y me dirijo en mi vida, habiendo tanta incertidumbre alrededor?
¿Vale la pena hablar?
Por catarsis, por necesidad, por egoísmo, por tratar de sentirme mejor, creo que sí.

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