jueves, 24 de septiembre de 2020

¿Por qué cuentas tus intimidades a los cuatro vientos?

Me han hecho esa pregunta varias veces. “Yo no podría estar bajo el escrutinio constante de gente desconocida opinando sobre mi vida”.

La verdad es que yo tampoco. Soy ultra sensible a la crítica y tengo cuidado con lo que muestro porque siempre quiero caer bien. Y sé que hay cosas que no son bien vistas, y una de ellas es la intensidad. Y yo sé que soy intensa, y una muestra de eso es esta necesidad mía de volcarme en papel – o pantalla.
Entonces, ¿por qué rayos lo hago? ¿Por qué soy masoquista?
Puede ser. O puede que también mi necesidad de expresarme sea más fuerte que mi vergüenza.
Varias personas, entre ellos mis ex y gente de mi familia, han hecho notar que me expongo a comentarios indeseados que probablemente no tolere, y que la gente me va a reconocer porque “soy la chica que habla de esos temas”. Eso de lo que a nadie le gusta hablar, pero que es tan importante.
Y por muchos años yo misma me he convencido de que sí, es cierto: yo no quiero que la gente me etiquete como “la depresiva”, “la anoréxica (fallida ejem, ejem)”, “la que habla de salud mental pero que nunca está bien”. ¿Cómo voy a hacerme un nombre en el mundo de los eventos, o del teatro, con tremenda etiqueta en la frente como carta de presentación? ¡Nadie quiere relacionarse con gente intensa!
Y así, señoras y señores, consideré que callar, nuevamente, era la mejor opción.
Y entonces no sólo callé sobre estos temas, sino que me escondí.
Porque sabía que probablemente iba a querer mencionar de pasadita mis temas de salud, porque son parte importante de mi historia, y “no, qué vergüenza estar promulgando mis intimidades, qué van a pensar los demás, los voy a espantar”. Mejor me aíslo. Mejor no sólo me callo, sino que me retraigo.
“Nadie quiere una chica triste”, y yo quiero que me quieran.
Y así, dejando de mostrarme, también dejé de existir en varios círculos sociales. Dejé de ir a reuniones, dejé de incluso presentarme a castings. Por miedo al rechazo, por miedo al fracaso. Por miedo a mostrarme tal y como soy, a exponerme a la crítica.
Y por eso es que no me has visto en producciones en los últimos años. Por eso y por otras razones que comentaré en otro momento, pero que tienen que ver mucho con mi autopercepción.
Se supone que me siento bien cuando me expreso porque mi mundo interno es vasto, pero me autolimito como el caracol que retrae sus antenitas cuando toca algo porque me pudro de miedo de los comentarios de la gente. Y han sido, irónicamente, comentarios de otros, lo que me han llevado a callar, a esconderme.
Mucho tiempo me rompí la cabeza pensando cómo escribir sin quemar a gente de mi entorno por miedo a qué pensarían, y lo cierto es que si no digo las cosas como son, el mensaje se trastoca y se pierde.
Ya no. No puedo seguir limitándome a mí misma por miedo a vivir, a experimentar y a equivocarme. No puedo seguir moldeando mi comportamiento a lo que otros quieren porque ellos mismos también tienen miedo de ser juzgados. No he vivido mi vida por miedo a sufrir, y me la he pasado sufriendo.
No se puede ser enemiga de una misma para siempre. Y si amistarse con una significa dejar de tener de aliados a algunas personas que te importan, pues dicen que vale la pena perder afectos para ganar otros, ¿No? Después de todo, “si te tienes a ti mismo, tienes el mundo”.
Así que la próxima vez que me consiga un novio, procuraré que sea alguien que me quiera y acepte con todo y mi amor por hacer catarsis en redes sociales. Y si eres mi “amigo” pero te molesta mi transparencia… Pues te recomiendo que veas si realmente quieres ser mi amigo en principio.

No hay comentarios.: