jueves, 7 de febrero de 2019

Sunset

Hoy mi mejor amigo J me fue a recoger de la capacitación (previo permiso de mi mamá) y nos fuimos a ver el sunset.


Es una tradición para nosotros verlo juntos aunque sea una vez al año. Así nos hicimos más amigos, mirando al sol ponerse y conversando de lo que nos afligía o alegraba. Pasamos muchas tardes así. Y esta no fue la excepción.

Es difícil estar con una persona enferma. Con alguien que no quiere cambiar su forma de ser, con alguien que no es consciente de que debe cambiar sus hábitos y pensamientos para funcionar mejor. Es difícil también manejar el dolor y la impotencia, tanto los que generan ver a alguien querido  haciéndose daño a sí mismo como el que generan las situaciones que nosotros, los que nos dañamos, no podemos manejar.

Hoy comí relativamente más calórico y canté mientras mi amigo tocaba la guitarra. Hoy recordé cómo se siente estar acompañada y socializar. Hoy recordé lo bueno que es tener amigos en quienes contar, aunque sea de vez en cuando. Que te conozcan, sepan de qué pie cojeas, y te cuiden.

J es artista y trotamundos, toca lindo la guitarra, pinta bonito y actúa bien. Me agrada su compañía y sus conversaciones. Me alegra la vida. Es de esas personas a las que quiero cuidar, pero en mi ignorancia social, mi ensimismamiento y miedo de dañar, termino alejando de alguna forma.

Me alegra saber que hemos superado la vaya del tiempo y la distancia. Tengo quizás 3 amigos así, y por eso sé que los puedo llamar amigos.

No como a la gente de la capacitación. Quisiera hacer más amigos pero prefiero calidad.


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